Malportándose

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El día lunes 9 de octubre, a la par de las fiestas de independencia de la “perla del Pacífico”, Guayaquil, otro evento captó la atención de la comunidad de economistas en el mundo; la entrega del premio Nobel de Economía (Premio Sveriges Risksbank en Ciencias Económicas) a Richard Thaler. Thaler es un economista norteamericano, graduado de la Universidad de Rochester, actual profesor de la escuela de negocios (Booth) de la Universidad de Chicago, y uno de los pioneros de la subdisciplina conocida como “Economía del Comportamiento.”
Thaler se une a una lista corta de nobeles que se distinguen por incorporar conceptos de la psicología al modelamiento del comportamiento humano y que se oponen al main stream de la economía (algunos la llaman clásica, neoclásicay hasta neoliberal, pero este es otro debate); en donde, el supuesto fundamental es que el individuo es racional y toma decisiones cuyo objetivo fundamental es el de maximizar su bienestar.  Thaler, malportándose, reconoce que:
“Para entender el comportamiento de consumo de los hogares, claramente necesitamos retornar a estudiar a los Humanos en lugar de los Economistas. Los humanos no tienen el cerebro de Einstein (o Barro), tampoco la capacidad de autocontrol de un asceta monje budista. En su lugar, tienen pasiones, defectos, tratan varias cuentas de riqueza de manera distinta y pueden ser influenciados por retornos de corto plazo en el mercado. Necesitamos un modelo de este tipo de Humanos.” (Misbehaving: The Making of Behavioral Economics, 2015).
Este reconocimiento de las limitaciones de la caja de herramientas analíticas de la economía, y la necesidad de incorporar otros conceptos derivados de disciplinas hermanas, tiene en el Nobel al menos dos antecedentes importantes. En el 2002, el psicólogo Daniel Kahneman (israelí-norteamericano) y el economista Vernon Smith (norteamericano), recibieron el Premio Nobel de Economía por su contribución  en el desarrollo de la economía experimental y del comportamiento. Smith (junto a su profesor, Edward Chamberlin, de Harvard), es uno de los pioneros en poner a prueba importantes conclusiones de la teoría económica respecto del equilibrio de los mercados y los fundamentos de la competencia, reproduciendo de manera simplificada los incentivos y estructura institucional en sencillos experimentos de clases. Kahneman (junto con Amos Tversky, también israelí), empleando métodos propios de la psicología experimental, y en donde los individuos toman decisiones hipotéticas, métodos que hoy se ven con escepticismo aún en auditorios amigables con esta investigación,  incorpora de manera ingeniosa algunas de las anomalías identificadas en la toma de decisiones de los individuos, como la aversión a la pérdida,  en un modelo alternativo de comportamiento resumido en su “Teoría de Prospectos” (Kahneman y Tversky, 1979). Un referente más reciente, es la entrega de este premio en el 2013 a Robert Schiller (norteamericano) por su análisis de las burbujas de mercado (incremento injustificado de precios de los activos), y en donde se pone en duda la racionalidad con la que se toman decisiones financieras, argumentando que, por el contrario,  son el resultado de una irracionalidad exuberante. El trabajo de Thaler junto al de Shiller, dan soporte al nacimiento de las “Finanzas Comportamentales.”

Thaler, quien trabajó con Kahneman y Tversky desde sus inicios (verano de 1977); extiende los planteamientos de sus mentores hacia fronteras más ambiciosas, en donde no solamente desarrolla la teoría que permite incorporar nuevas regularidades e inconsistencias identificables del comportamiento humano a las estructuras matemáticas de análisis, como por ejemplo: las cuentas mentales (mental accounting), el efecto dotación (endowment effect) y la teoría dual (two selves); sino que, con su ingeniosa capacidad de comunicación, atractiva y elegante escritura, popularizó el uso de este conocimiento en aplicaciones de políticas públicas cuyo impacto continúa viendo frutos. Su libro más popular de divulgación “Nudge” (Un pequeño empujón, por su título en español), un best seller escrito con Carl Sustein, profesor de derecho en el departamento de ciencia política de Chicago, resume algunas aplicaciones ingeniosas  de la economía del comportamiento y que van desde cómo mejorar la ingesta de alimentos saludables en los comedores escolares y cómo hacer que los hogares usen más eficientemente la energía, hasta alternativas de llenado de formularios de aplicación para mejorar los objetivos de política pública; por ejemplo, para donación de órganos, planes de retiro y pensiones o fondos de ahorro educativo. Esta suerte de arquitectura social y paternalismo libertario, como los denomina en su libro, no es sino el uso del conocimiento respecto de las inconsistencias en el comportamiento humano para disminuir los costos de transacción o costos cognitivos (el costo y cansancio de pensar y evaluar detalladamente las alternativas antes de tomar una decisión) y ayudar a los individuos a tomar mejores decisiones, decisiones que mejoren las condiciones de bienestar propias y del colectivo.

Más allá de la popularidad de los best sellers, o de su corta carrera cinematográfica (…¡sí!… Richard Thaller se estrenó en Hollywood en la película “The Big Short,” explicando en una escena a la estrella del pop Selena Gómez, cómo las anomalías del comportamiento derivan en malas decisiones tanto en las apuestas del casino como en las inversiones en bolsa de valores) y contrario a lo que los detractores de estas nuevas vertientes piensan, su contribución a la economía  está en la formalización matemática de estas anomalías  y conceptos siempre en la búsqueda de modelos de comportamiento más realistas, un esfuerzo que lenta -pero meticulosamente- está  permeando en la academia. En el Ecuador, la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas de la ESPOL, incorporó recientemente la materia de Economía Experimental y del Comportamiento dentro de su currículo de estudios, tanto a nivel de pregrado como postgrado; y simultáneamente inauguró el primer Laboratorio de Economía Experimental (L.E.E.), en donde se promueve la investigación en estas áreas. Paradójicamente, la decisión de la Academia Real Sueca de Ciencias de entregar el premio a Richard Thaler, es en sí misma un “nudge” (un leve empujón) a la academia y a la ciencia económica, para que incorpore estructuras más “realistas” de análisis;  una economía que parta de analizar un agente menos acartonado, un ser humano.
Thaler lo hace en su trabajo de una manera asequible, didáctica, y hasta entretenida. Una refrescante lectura frente a los densos, voluminosos, y crípticos artículos investigativos que se acostumbran en la disciplina. Con su particular ingenio, y sin reproches, Thaler anunció que gastará su premio de aproximadamente USD 1.1 millones “de la forma más irracional posible.”

 

 

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