La violencia de género es un tema ampliamente debatido, aunque aún existen quienes sostienen que hombres y mujeres sufren violencia por igual, como si se tratara de una competencia. Este debate no debería enfocarse en quién sufre más, sino en las raíces y estructuras que perpetúan esta violencia. Es crucial reconocer que tanto la violencia hacia hombres como hacia mujeres es deplorable. Sin embargo, los patrones y las motivaciones detrás de la violencia de género revelan una realidad desigual y alarmante. Este año ha salido a la luz un caso estremecedor, no sucedió en Ecuador, pero sí que ha sucedido. En un pueblo de Francia, tras 50 años de matrimonio, la policía informó a Gisèle Pélicot que su esposo organizaba encuentros con otros hombres para violarla mientras ella estaba inconsciente, bajo el efecto de grandes cantidades de ansiolíticos. Estas violaciones eran organizadas vía WhatsApp bajo el título de “sin su consentimiento” y sucedieron por 10 años. Cincuenta hombres entre trabajadores, profesionales, padres de familia, esposos han sido acusados de participar de estas violaciones. Otro dato impactante de este caso fue que, según las investigaciones, 7 de cada 10 hombres invitados por Dominique Pélicot aceptaron participar de las violaciones. Ninguno de los hombres que rechazaron la propuesta denunciaron el caso. Este abominable suceso pone sobre la mesa una cruda realidad: muchas mujeres no están seguras ni en su propia casa. Pero ¿es esta una realidad aquí en el Ecuador? ¿Están o no seguras las mujeres en su propia casa?
La situación en Ecuador: ¿es diferente?
Cifras locales reflejan un panorama preocupante. Según datos del Registro Estadístico de Homicidios Intencionales de Mujeres y Femicidios del INEC, de 2023, revelan que el 80% de los feminicidios fueron cometidos por parejas o exparejas, y más del 35% ocurrieron en el hogar. La II Encuesta de Relaciones Familiares y Violencia de Género contra las Mujeres (2019) evidencia que el 43% de las mujeres han sufrido violencia por parte de su pareja, 32,6% en espacios sociales, 20% en el ámbito laboral y 19% en instituciones educativas. Además, 1 de cada 3 mujeres ha experimentado violencia sexual, y más del 60% de los casos fueron cometidos por personas cercanas a la víctima, como familiares, amigos o compañeros de trabajo. ¿Se puede dar cuenta de la naturaleza de la cual proviene la violencia hacia la mujer? Otros datos develan que, a nivel de la región, de la totalidad de homicidios y asesinatos, aproximadamente entre el 10 y 15% de las víctimas son mujeres y el resto son hombres. Esto indica que las víctimas de asesinatos son mayoritariamente hombres. Sin embargo, al analizar el contexto en que se produjeron los asesinatos y la relación de los perpetradores con la víctima se revela las desigualdades existentes. Según cifras de ONU Mujeres (2022) el 55% de los homicidios de mujeres fueron cometidos por la pareja o por un familiar, mientras que el 12% de los homicidios de los hombres se produjeron en el contexto privado. Una vez más ¿se puede ver la diferencia de la violencia que experimentan mujeres y hombres? Esa es la violencia que preocupa, aquella que se dirige a un grupo de forma sistemática y metódica empeorado por una cultura de tolerancia hacia la violencia dirigida a la mujer que se mezcla entre bromas, negaciones y desconocimiento de la realidad.
La violencia normalizada en espacios públicos y privados
Un estudio realizado en 2017 en Quito con más de 160 mujeres usuarias de transporte público evidencia la magnitud del acoso sexual. A estas mujeres se les preguntó sus experiencias de acoso sexual respecto a situaciones vividas como silbidos, invasión del espacio personal, comentarios obscenos, manoseos, apretones, miradas insinuantes, entre otras. El 72% de las encuestadas señaló haber vivido todas las situaciones y el resto indicó haber vivido al menos una de las situaciones descritas. Estos datos cuentan, que 10 de cada 10 mujeres, han sufrido alguna forma de acoso sexual en espacios públicos, y aquí no se aborda las otras formas de violencia contra la mujer como la física, psicológica, patrimonial, gineco-obstétrica y digital. ¿Se puede decir que la violencia hacia las mujeres no son hechos aislados, sino una norma social que se manifiesta en todos los ámbitos: familiar, educativo, laboral y en los espacios públicos?
Casos emblemáticos de violencia en Ecuador
Lamentablemente, Ecuador también ha sido escenario de crímenes atroces que además reflejan la complicidad del sistema judicial con la violencia de género. María Belén Bernal (2023), fue asesinada por su pareja el exteniente German Cáceres, mientras decenas de cadetes escucharon sus gritos de auxilio. Nadie la socorrió. Karina del Pozo (2013), violada y luego asesinada por tres amigos Manuel Salazar, Geovanny David Piña y José Sevilla. David Piña quien fue nombrado autor material del feminicidio recibió la prelibertad en 2023. Lizbeth Baquerizo (2020) y Naomi Arcentales (2021) violentadas y asesinadas por sus parejas cuyos procesos judiciales han estado marcados por irregularidades y dilaciones. Nayeli Tapia, Denisse Reyna, Yuliana Macías, Letty Cando, Abigail Supliguicha, Aidita Ati Gavilánez, y la lista continúa. Estos casos evidencian cómo el sistema judicial no solo falla en proteger a las mujeres, sino que también agrava su vulnerabilidad mediante la impunidad.
¿Qué se puede hacer?
El cambio comienza reconociendo la existencia de la violencia de género y visibilizando su impacto. Es fundamental que la sociedad comprenda que esta violencia no es la excepción, sino la norma, y que afecta a las mujeres en todos los aspectos de sus vidas. Negar y minimizar esta realidad propicia a que la violencia se reproduzca. Propicia a que los victimarios tengan una puerta de escape y que puedan escudarse en el imaginario común: “todo es cuestión de percepción”, “tu interpretación es subjetiva”, “ellos eran pareja”, “hay que ver si es verdad”, “él no sería capaz, es un trabajador integro”. La pregunta que queda es: ¿qué acciones tomaremos como ciudadanos para poner fin a esta lista de víctimas y garantizar un futuro más seguro para todas las mujeres?